miércoles, 17 de septiembre de 2014

Era imposible quererlo.

Era imposible quererlo. Alto, delgado, cabello largo y despeinado, los dedos llenos de anillos y guitarra en la espalda. Caminaba con una enorme seguridad, una seguridad que molesta. Todo en él era increíblemente molesto. Sonríe de medio lado y oculta su mirada tras unas gafas oscuras ¡qué insoportable!
Era imposible cuidarlo. Siempre busca tener la razón y siempre la tiene  cuando le da la razón a los demás. Discute, reniega, levanta la voz y gana el debate con el silencio. Se pierde todas las noches, bebe y se expone. Le gusta sentirse vivo, tan vivo que se pone al borde de la muerte.
Era imposible coincidir. Parece que estudió toda la noche el dialogo que llevaría al desayuno, siempre tiene ideas nuevas y extravagantes. Sus planes son a un futuro tan lejano que se concretan muy pronto. Era una metáfora con piernas.
Era imposible olvidarlo. Sus manos largas y delgadas, su voz suave y penetrante, sus labios delgados y cálidos. Todas las estrellas que llevaba en la espalda y su lengua detenida en mi cuello. Sus botas, sus jeans, su guitarra y mis piernas entre las suyas. Su llanto de dolor, de impotencia, de felicidad. Su sonrisa de coraje, su mirada, siempre su mirada. Sus canciones con mi nombre, mi teléfono y sus mensajes. Mi ventana y sus piedritas, mi azotea con la lluvia y él esperando para entrar y secarse con mi vestido y envolverme con sus brazos deseando, secretamente, que nos descubrieran.
Era imposible nombrarlo. Si lo nombras desaparece. Si lo llamas no acude, si lo buscas se pierde, si lo necesitas se aleja. Esperas, deseas, lloras, vives y llega. Siempre tan puntual porque no se rige por el tiempo que marca el reloj, está sincronizado con la eternidad. Entre más calles su nombre más enraizará en tu ser. Si lo mencionas suena a mito por eso lo guardo en secreto porque los secretos son más reales que la misma realidad.
Era imposible abrazarlo, retenerlo. Era preso, preso de una terrible libertad. Era un náufrago en mar ajeno. Era caminante que siempre se estaba yendo, llorando por no poder quedarse.

Era imposible creer que lo estaba amando con todas las posibilidades.




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